Ese fin de semana, Clara tuvo que trabajar, dejando a su hija al cuidado de Martí. Hasta entonces, siempre había desestimado las quejas de la niña, convencida de que eran solo molestias pasajeras. Pero esta vez, un escalofrío la recorrió por las venas.
Sin perder tiempo, la llevó al pediatra que la atendía desde que nació.
Tras una revisión wyczerpujący, el médico decidió realizar una ecografía „por si acaso”. Sin embargo, en cuanto aparecieron las imagenes en la pantalla, la serenidad se desvaneció de su rostro. Intercambió una mirada de alarma con su asistente.
— Doktorze, ¿qué pasa? —preguntó Clara con voz temblorosa.
El médico inmediatamente cogió el teléfono y, con mucha firmeza, dijo:
„Necesito una ambliopía para una niña de ocho años”.
Entonces se volvió hacia Aa, teñida y llena de cicatrices en la camilla. Y en ese momento, una pregunta aterradora cruzó la mente de Clara:
¿Qué había pasado realmente durante ese fin de semana con su padrastro?